"El mundo se divide en dos, Tuco: los que encañonan y los que cavan. El revólver lo tengo yo, así que ya puedes coger la pala". ( Clint Eastwood en El bueno, el feo y el malo)

10 de marzo de 2013

Oz, un mundo de fantasía by Pablo Riquelme


El director Sam Raimi (“Spiderman”) utiliza su imaginario personal, y tan característico de su cine, para reenfocar la mundialmente conocida historia de “El mago de Oz”. 

La pretensión lógica, y fácilmente apreciable de la película, es su voluntaria dirección hacía la fantasía infantil. Insisto, algo natural que no sorprenderá a nadie. Pero, a pesar de que el que les escribe no es un amante de la Fantasía y los cuentos de brujas, he de admitir que a Raimi le viene como anillo al dedo. Aquellos que sean fieles seguidores de su filmografía no podrán ignorar el parecido extrañamente razonable que existe entre el guión de “Oz: un mundo de fantasía” (Sam Raimi, 2013) y la obra de culto “El ejército de la tinieblas” (Sam Raimi, 1992). La estructura es muy similar y los rasgos con los que se dibuja al protagonista principal todavía más. De hecho, quizás el mayor problema que tiene la película es el actor protagonista. James Franco no está mal, pero durante las dos horas que dura la película podemos percatarnos de su excesivamente explícito esfuerzo por alcanzar el listón interpretativo que Robert Downey Jr. había dejado al rechazar el papel. Por otro lado, un servidor no consiguió tragarse a Rachel Weisz de bruja “piruja”. La imagen que tenía de ella como profesional estaba muy alejada de ese tipo de papeles. Pero no crean que el reparto supone realmente un serio problema para la película. Ésta se hace perfectamente disfrutable a pesar de ello. No pretende más que resultar agradable al público al que realmente va dirigido que, no se equivoquen, no es el público nostálgico amante de la historia clásica. Esta nueva versión sólo pretende ser una visión moderna para la audiencia más joven.

Los efectos visuales son, como cabía esperar, magníficos. Nadie podrá discutir el sobresaliente diseño visual de la obra. Y las licencias del director (destacando los primeros 20 minutos en blanco y negro que, sin duda, forman la mejor parte de la película) son acertadas y están a favor del desarrollo de la historia. Ojalá “Alicia en el país de las maravillas” (Tim Burton, 2010) hubiera sido la mitad de entretenida y coherente con su propósito de lo que es “Oz”.

Lo que más lamentará el espectador es un guión mascado ya en otras películas que no deja prácticamente lugar a la sorpresa haciendo bastante predecible cada acto de la historia. Además de algún exceso de minutos en la mitad de la trama que deberían haber sido recortados para evitar bostezos involuntarios. Sin embargo, entretendrá a los que busquen este tipo de historias y les encantará a los más pequeños.

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